El espléndido ciclo literario Río de Letras que cada año organiza el Ayuntamiento de Blanca acogió la presentación de la flamante finalista del Premio Planeta, Pilar Eyre, quien deleitó a los asistentes durante la charla que mantuvo con el presentador del acto, Antonio Botías. Eyre desveló numerosos detalles de su obra premiada, Mi color favorito es verte, y atendió numerosas preguntas del público.
Como introducción al coloquio, Antonio Botías propuso la siguiente descripción de la protagonista de esta obra biográfica:
Como un parto permanente, con un ritmo de producción infernal, da a luz a sus libros. Casi como una máquina de producir chorizos, con pulcritud y docilidad. Bebe vodka-tonic y tiene un perro llamado Fender, y cuando hay pantalones a la vista todo lo demás desaparece. Le encanta vivir sola, que no en soledad, allá en una casa con una cuesta de, exactamente, 473 pasos y gozar de la libertad que le da el dinero. Tiene un hijo que, aparte de fiel consejero, padre, hermano y enfermero improvisado, es un genio empresarial y cuyo zapatito de bebé adorna el ordenador donde escribe.
Tiene una mala salud de hierro, tiene un editor, dos hermanas adorables y unas primas locas, y a las reinas y trovadoras que pueblan sus novelas. Sin olvidar a sus padres, que a menudo se le aparecen para luego, de improviso, esfumarse, volviéndose transparentes hasta que se disuelven y solo dejan un soplo de aire cálido. O a su asistenta de hogar, lo que siempre se llamó moza, chica, chacha, zagala o criada, según el nivel de cursilería, que la provee de bolsas llenas de bolsos falsos de Louis Vuitton. O Gerard, su peluquero de Barcelona.
Atesora el brazalete de su último amor, un improbable Sébastien, y apenas cuida un único geranio polvoriento y alicaído en su terraza, tan olvidado acaso como la colilla de un porro de alguna fiesta pasada. Fuma poco, bebe socialmente, que es lo mismo que beber cuanto le viene en gana en compañía de otros.
Sabe disfrazar la voz para que nadie descubra, si no le apetece, su estado de ánimo. Esas cosas tiene la televisión. Corre por las tardes ciegamente hasta que el perro, o quizá el trozo de pulmón que le arañó una tuberculosis temprana, le suplican regresar a casa. Tampoco tiene hartura en el gym: Zumba, jazz, Pilates, tanto tiempo como dedica a ponerse cremas que cubren todo su cuerpo mientras ensaya sonrisas frente al espejo, se pone bizca y saca la lengua, se coloca de espaldas y menea el culo, se levanta la camiseta para mirarse los pechos… y todo así.
Pero a veces, al amanecer, se cubre la cabeza con la almohada y siente ganas de llorar. Es de Spotify y le agradan las canciones francesas, de Carla Bruni, de Richard Anthony… Aunque en Nochebuena, cuando se reúne con sus primos en Sant Just, se arranca a cantar A Rianxeira, tal que un homenaje a sus ancestros gallegos.
De joven, que aún lo es, pero de más joven, andaba de mítines en la universidad contra el dictador, de quien escribiría un libro sobre sus intimidades, y hasta la confundían, por su elegancia, cuenta ella misma, con una agente de la CIA. Ahora anda (o rueda) en BMW. Y anda y tropieza y cae y se levanta siempre enamorada, perdidamente enamorada.
]]>
